cómo construir puentes

Los asesinos de Alice Munro

No sé qué hace Alice Munro. No estoy en condiciones de decirlo, y tampoco importa. Lo importante, lo verdaderamente importante, es leerla. Su prosa es transparente e irregular. Liviana y pesada. Elegante, delicada, fuerte y letal. Cuando adjetiva, es precisa y deslumbrante. Aprende de Chejov, pero lo multiplica. Aprende de Proust, pero lo sintetiza. Sobre todo, no le teme a nada: ni a la descripción (tanto tiempo dejada al margen por creerla un vicio decadente), ni a la reflexión (tanto tiempo dejada al margen por creerla un vicio decadente), ni al barroquismo. Parece que pudiera escribirlo todo. Un argumento malo -un argumento deficiente- en sus manos es oro puro: hará con él lo impensable, lo ilimitado. Las historias truncas tendrán la mayor proyección futura. Las desarrolladas, la vitalidad y la fuerza incomprensible de un presente que se fuga para siempre. Hay mucho más que una escritora en Alice Munro. Hay, imperioso e incesante, un universo que se escribe.

Dicen que quieren matarla para heredar más rápido su legado.