cómo construir puentes

Antología de los cuentos de Julio





Uno de los cuentistas que más admiro y que más releo es Julio Cortázar. Sólido, sensible, inventor de pura raza, a cada palabra puedo sentir cómo le gana un paso al vacío. Cómo toma el finísimo hilo de la última oración para ondearlo e infundirle a su futuro inmediato una respiración nueva, una intención que refuerce, multiplique, niegue o ponga a descansar el sentido de lo hasta el momento construido. Cortázar es, como diría el poeta, un maestro tejedor de humos (o, en términos más prosaicos, una araña grande y generosa). Ese es para mí el cenit de su virtud: la forma en que muy a menudo (y en sus mejores textos todo el tiempo) logra fundir los hilos de la trama en una suerte de único cordón mágico, poderoso, abriendo zonas de explosión de las historias y de los personajes; zonas a veces patéticas, a veces encandiladoras, muchas veces dolorosas, como los bordes de un abismo. Así en la actitud inolvidable de Leticia en Final del Juego, así en la escena donde Jimmy llora por la muerte de su hijita en El perseguidor, así en el guillotinamiento público de El otro cielo. Momentos de borde, donde Cortazar es casi tan veloz como el tiempo y no se deja cegar, ni por un segundo, por esas líneas que él sabe está escribiendo en las futuras memorias de sus lectores.

En fin, quería intentar justificar un poco este capricho delicioso que me propongo: sugerir una antología de los cuentos de Don Julio. Voy a ser muy estricto, y recomiendo sinceramente que el lector que no haya leído estos textos se acerque a ellos a pesar de que fueron escritos, algunos, hace 5o años.  Definitivamente siguen siendo minas de oro.

Lejana
Narra un gesto valiente, con todo el desenfado que requiere pararse sobre la propia autocompasión y mirar, de una buena vez, hacia el horizonte

Las ménades
El horror

La salud de los enfermos
El amor y su trampa 

El otro cielo
Monstruoso, fabuloso, a la altura de El perseguidor

Torito
Un atardecer tan bello y triste como cualquier otro

La noche boca arriba
El viaje atávico

Final del Juego
La libertad que da la madurez espiritual

El perseguidor
Nuestra vergüenza

Cartas de mamá
Los muertos


Ocho, como para ser infinitos, ¿no?
Y solo después de escribir estas líneas siento que todos hablan de lo mismo.







2 comentarios:

  1. Ah, yo agregaría el infaltable "Continuidad en los parques"

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  2. Si es por seguir agregando hay para un rato; alguno de los de la calle Humboldt, esos re van. Pero así como está es una gran antología.

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